El Artesano Kamikaze
- auroiablog
- 7 abr 2016
- 3 Min. de lectura

¿Eres emprendedor? ¿Has creado un producto artesano y de calidad, y quieres comercializarlo? No te pierdas entonces ni una coma de este artículo, porque los que pretenden hacer negocio con ese tipo de productos lo tienen, para qué nos vamos a engañar, mucho más complicado que el resto de emprendedores.
Por mucho que su labor sea, las más de las veces, perfectamente loable, vivimos en un mundo donde se compite con grandes empresas que producen los artículos en serie, de peor calidad posiblemente, pero mucho más baratos.
Hace un año, cerca de mi casa, abrió comercio a pie de calle un artesano repostero. Este señor (argentino o uruguayo, deduje por su acento) tenía un talento y un conocimiento especial para realizar deliciosos pastelitos para el desayuno o el postre (o para cualquier hora del día: estaban tremendos).
Hoy he pasado por delante del comercio y he visto que, a pesar de seguir siendo un negocio de repostería, el dueño ya no era el mismo, ni la naturaleza del producto: croissants, pastas y otros dulces, todos igual de vulgares.
¿Qué ha sucedido? Lo más lógico: el actual dueño de la tienda me ha informado que el anterior repostero le traspasó el negocio por no resultar rentable para el volumen de ventasque había conseguido. Es decir, el producto se vendía – como es lógico –, pero no lo suficiente para obtener beneficios. ¿Qué falló entonces, para que un producto de una calidad tan alta no tuviera éxito?
Menos la calidad del producto, todo. Y, por encima de ello, la ausencia de una estrategia, de un Plan de Marketing. Con la cantidad de autónomos emprendedores que se han lanzado en la actualidad a montar su propia empresita, va a ser aluvión el número de fracasos que se produzcan en muy poco tiempo. Es triste, pero es así; de hecho, ya sucede. Es pura selección natural; si previamente, además, no has planificado adecuadamente tu oferta, tienes todas las papeletas para finiquitar tu aventura en un santiamén, y puede que con un buen pico de menos respecto a como la empezaste.
Sus pastelitos eran grandes; deliciosos, pero grandes. Por tanto, su precio era mayor, además. Su tienda era pequeña, pero además ocupó la mitad del espacio para poner dos mesitas donde, se supone, la gente podría desayunar o tomar algo; siempre estaban vacías. El aspecto del local, desangelado; la situación de éste, si no mala, nada extraordinaria; la identidad gráfica del comercio, inexistente; la atención al cliente, vulgar; la publicidad o promoción del negocio, nula. Y así todo.
A ver si les entra en la cabeza, señores comerciantes: la época en que abrías una tienda y, vendieras lo que vendieras, donde lo vendieras y lo hicieras como lo hicieras, vendías... pasó ya. Hace décadas. No digo yo de rendirte a algunas “leyes de mercado” que ciertos fondos de inversión pretenden imponer a los emprendedores; es lícito e incluso deseable que existan artesanos que deseen vender productos de calidad. Incluso pueden tener éxito.
Pero no se puede confiar todo a esa calidad, ni a la buena voluntad del mercado o, incluso, a la suerte.
¿Qué vendes? ¿Dónde? ¿A qué precio? ¿ Cómo pretendes que se enteren tus clientes? ¿A quién se lo vendes? ¿Quién es tu competencia? ¿Cómo es el entorno en el que pretendes vender?
Muchas preguntas, demasiadas, como para lanzarte de cabeza a una piscina que puede estar vacía. Mejor encarga a profesionales un estudio de mercado previo: te evitarás muchos disgustos y afianzarás tu éxito.
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