Cómo surgen nuestros pensamientos
- auroiablog
- 23 feb 2016
- 3 Min. de lectura

Seguro que alguna vez has oído a alguien decir que hemos perdido los instintos y que los sentidos del Ser Humano se han atrofiado, en comparación con los de los animales. Esto es innegable, pero... ¿Por qué ha ocurrido? Y, sobre todo, ¿para qué?.
Si te pregunto esto es porque nuestros sentidos están muy relacionados con la forma que tenemos de configurar nuestros pensamientos, ideas y recuerdos. Resulta palmario que nuestros principales sentidos son la Vista y el Oído: si bien no están tan desarrollados como en otros animales, estos dos – sobre todo el primero – son los que más nos ayudan a movernos en el mundo que nos rodea.
¿Por qué la vista y el oído? Cuando los primeros homínidos bajaron del árbol, se irguieron sobre sus patas traseras y abandonaron la selva para entrar en la sabana africana, se produjo en sus cerebros, en sus mentes, un aumento de volumen, un salto evolutivo. El tener las manos libres y una perspectiva más amplia del mundo les ayudó a resolver problemas cada vez más complejos, dentro un proceso retroalimentado que incrementaba su masa neuronal, generación tras generación. En este camino, la mente de el Ser Humano se estructuró en torno al seguimiento de indicios, en primer lugar, y a la interpretación de símbolos, después. Unos símbolos que perfiló poniéndose de acuerdo con sus congéneres, tanto a nivel auditivo como visual, creando el lenguaje hablado y luego el escrito.
En definitiva, la vista y el oído son nuestros principales sentidos porque, por aquel entonces, nos convertimos en animales simbólicos; utilizamos símbolos de todo tipo para estructurar la realidad.
Aclarado este punto y volviendo a la pregunta original que encabeza este artículo, te diré que nuestros pensamientos se generan del mismo modo que se almacenan: de forma parcial. Si bien nuestra mente inconsciente se muestra mucho más capaz a la hora de crear ideas complejas (ej.: sueños) o conservarlas en forma de elaborados recuerdos, la mente consciente funciona con retazos de ellos por una cuestión de economía de esfuerzo y funcionalidad.
Si ves por primera vez un logotipo (por ej.) te fijarás en un detalle del mismo, extrapolando al resto de la imagen los patrones de estilo que han quedado adheridos a tu memoria (ver figura 1), formando el todo por la parte. De la misma forma, si te muestran un segmento parcial de un logotipo suficientemente conocido, identificarás de inmediato la marca (ver figura 2).
Del mismo modo, cuando creas un pensamiento nuevo en respuesta a tu entorno, lo cierto es que casi nunca se elabora en tu mente de forma total y completa, antes de salir al mundo, sino que la terminas de concretar – pudiendo perfilarla ad eternum – en el momento en que la expresas en forma de lenguaje, esto es, con símbolos.
Por supuesto, se trata de otro proceso retroalimentado, en el cual la idea parcial, concretada en lenguaje simbólico, enriquece, modifica, desarrolla el planteamiento original, una y otra vez, hasta conseguir estructuras de pensamiento realmente complejas.
No olvidaremos mencionar que todo esto siempre se hará patente tras pasar por el tamiz del estado emocional en el que te encuentres en cada momento, el cual condicionará tanto la eficacia de los pensamientos generados y su concreción en palabras, como la nitidez general y la situación del foco de atención de los recuerdos que almacenes.
¿Significa esto que siempre dependeremos de los símbolos para el desarrollo de nuestro pensamiento, y que éste nacerá incompleto a perpetuidad? Existen multitud de experiencias que avalan el hecho de que podemos ejercitar tanto la formación de imágenes mentales como de pensamientos abstractos. Se trata de un músculo más que puedes hacer crecer pasando por el gimnasio que tienes dentro de tu cabeza.
A pesar de que el servicio prestado por los símbolos ha sido muy positivo, debemos ser conscientes de la limitación que suponen en el actual punto de nuestra evolución como especie, pues uno de sus efectos perniciosos es, paradójicamente, la ralentización y atrofia en el desarrollo de la mente humana.
Debemos ir más allá.
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