Lo que parece raro, es que es raro.
- auroiablog
- 9 dic 2015
- 2 Min. de lectura

Es la frase que solemos decir mi amigo Justo y yo cuando quedamos a cenar y a charlar de lo humano y lo divino, al referirnos a ese tipo de personas y situaciones que funcionan, se desarrollan o teminan de forma turbia, poco clara: que no son "trigo limpio", en suma.
Lo primero que debo decir es que todavía me considero un aprendiz de la vida; pobre de mí el día en que pierda la curiosidad. Lo cual no quita para que, a estas alturas, resulte bastante dificil colarme un gol: demasiada carretera detrás de mí.
Hace unos años yo trabajaba en una agencia de publicidad. Un día acompañé al que era mi jefe por aquel entonces - una estupenda persona, de la que guardo un grato recuerdo - a presentar nuestros servicios ante unos posibles clientes, esto es, una empresa de consultoría financiera. Al llegar allí nos recibió cortésmente el matrimonio que dirigía la entidad, por lo demás dispar: él era un venerable señor muy próximo a la ancianidad; ella, una impresionante dama varios lustros más joven que su marido.
Después que realizásemos una presentación que consideraron muy satisfactoria, el matrimonio nos invitó a contemplar, en un ambiente relajado, las fotos de su anterior sede: un antiguo palacete que había utilizado Franco y su familia como residencia de recreo. La agradable conversación fue interrumpida por una llamada telefónica que atendió el maduro directivo; tras un breve intercambio de frases al auricular, nos abrió el manos-libres para que conociéramos al Ministro de Comercio de no recuerdo cual país latino-americano. Tras esto, su esposa nos mostró un album con fotos de sus últimas vacaciones en un safari africano de lujo. La velada terminó con el encargo de varios trabajos, abriendo la posibilidad de una relación profesional estable e incluso de la recomendación a varios de sus clientes.
De vuelta a la agencia, mi jefe se mostró muy complacido por lo bien que que se había desarrollado la reunión. Por no parecer cenizo, yo no quise decirle que, sin duda, habíamos asistido a una sesión ejemplar de tocomocho, al juego de unos vulgares trileros. Como así fue, de hecho: tras entregarles unos trabajos de calidad excepcional, nuestra agencia nunca vió un céntimo de aquellos personajes.
Este tipo de cosas la hemos visto en multitud de ocasiones, y en volúmen superior: recordemos el caso Afinsa (Forum Filatélico), Rumasa, las Cajas de Ahorro y sus Preferentes, Lehman Brothers, Enrom... y un largo etcétera.
Nadie vende "duros a peseta" - siento el arcaísmo, pero desconozco una expresión al caso más moderna -; aún así, mucha gente lo olvida a menudo. ¿Por qué? Muy simple: LAS PERSONAS ESTÁN DESEANDO QUE ALGO MARAVILLOSO OCURRA EN SUS VIDAS. "Con estas acciones me voy a hacer millonario", "esa chica tan despamanante del Facebook me ha dicho que le gusto", "he realizado la compra del siglo", "que gran cliente acabo de conseguir"... y así pasa luego lo que pasa.
Todos debemos tomar conciencia, sobre todo a nivel monetario, que lo que parece raro, es porque es raro. Porque funciona mal. Porque es nocivo.
Cuánto daño ha hecho Frank Capra.
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