top of page

¿Qué hacer con un Empleado Tóxico?

  • auroiablog
  • 28 oct 2015
  • 4 Min. de lectura

Despedirle sin dudarlo. ¿Soy demasiado tajante? Tal vez, pero para escribir almíbar ya está Paulo Coelho, y aquí estamos hablando sobre el mundo profesional. Ya somos mayorcitos.


Voy a darte una serie de razones por las cuales, si la empresa o el departamento que diriges tiene la desgracia de sufrir a uno de estos sujetos, lo mejor que puedes hacer es enseñarle muy cortésmente la puerta de salida, para luego patearle el trasero sin contemplaciones, no sea que se te vuelva a colar dentro.


Primero sería bueno definir qué es un empleado tóxico, aunque todos hemos conocido algún caso. Un tóxico puede ser un buen trabajador; es más, puede llegar incluso a cumplir su trabajo a la perfección, pero su toxicidad no se define por redundar en su propia producción, sino en la de todos los que le rodean: ahí radica realmente la gravedad de sufrir a un empleado tóxico.


Un tóxico es, por tanto, todo aquél individuo que con su actitud o con sus acciones deteriora la motivación, coordinación y eficacia de sus compañeros, subordinados o mandos. Una carcoma que, si no se ataja a tiempo, puede llevarse por delante una corporación entera… ¿Exagero? Debes tener en cuenta que todos los departamentos y delegaciones de una empresa están relacionados, y si uno de los eslabones falla, aunque sea de forma soterrada, el resto se verá afectado y terminará fallando de igual forma. Y posiblemente nadie sabrá porqué.


¿Cómo detectar al empleado tóxico? Por lo pronto, debes tener en cuenta que existen muchos tipos de toxicidades diferentes; a continuación, veremos algunos de ellos:


El tóxico funcionario: Éste no aprobó las oposiciones y ahora se dedica a amargarle la vida a todo aquél que cae en su zona de influencia – algo de lo que, con buen criterio, se libró la Administración –; si hay mucho trabajo, porque hay mucho trabajo; si no hay mucho trabajo porque no lo hay y se aburre; si hace frio como si hace calor, llueve o truena, él o ella nunca está a gusto. Frase típica a sus compañeros: “¿Acaso la empresa es tuya? Si te van a pagar igual”. Hazle un favor y provoca un cambio positivo en su vida… despídele.


El tóxico acaparador: ¿Acaparador de qué? De conocimiento, de métodos, de saber cómo hacer. Lleva varios años en la empresa y tiene la certeza de que la empresa depende de él. Por esta razón no le transmite sus técnicas a nadie, por muy obsoletas que éstas sean – suele ocurrir: el conocimiento es como la leche, que caduca pronto – y de esta forma terminamos soportando a un empleado que trabaja con una maquinaria o con un programa informático o con unos métodos del año del Turrón; puede llegar incluso a presionar a sus superiores para evitar la tan necesaria renovación tecnológica. Frases favoritas: “A ver si te crees que esto se aprende en dos días” o “Naaah… ¿Para qué hacer gasto? Si esto todavía funciona”. Renueva la maquinaria; a él no.


El tóxico trepador: Poco hay que decir de este espécimen. El caso es que, aunque seas propietario de una empresa pequeña, pretenderá trepar igual sobre sus compañeros… o sobre ti mismo, si se lo permites. Suelen ser muy burdos y se les nota de lejos, pero tocan las narices igualmente con sus comentarios, o con los sabotajes que suelen llevar a cabo sobre el trabajo del resto de tus empleados. Frase recurrente: “Eso no es nada: yo me he comprado uno el doble de bueno por la mitad de precio”. Líbrate de él/ella.


El tóxico acosador: Este simpático personaje parecía eso, muy simpático, hasta que a alguien – tú mismo, por ejemplo – se le ocurrió darle un puesto de mando intermedio. Si le das poder a un psicópata, devorará todo a su alrededor: la iniciativa, la concentración, las ganas de vivir, el aire mismo. Te espera recibir varias bajas por depresión (perfectamente justificadas) por parte de sus subordinados, esto es, de tus empleados. Mención especial en este caso para la variante de acosador/a sexual: denuncias, juicios, indemnizaciones… etc. Algunas frases habituales son: “Tú harás lo que yo te diga” o “No tienes cojones para echarme”. Por muchos años que lleve en la empresa, no te lo pienses: Expulsa a la bestia antes que ella acabe contigo.


Por supuesto, he detallado esta lista de “biotipos” porque doy por hecho que no eres esa clase de empresario que fomenta la “competitividad” entre sus empleados a base de inocular la cizaña entre ellos, por mor de aquella frase que asevera “divide y vencerás”. No dice nada bueno de ti si para dirigir tu plantilla necesitas mantenerlos enfrentados; me atrevería a decir que la cosa no se mantendrá mucho en el tiempo: la mayoría de las empresas que utilizaban esos métodos están rectificando notablemente. O están desapareciendo.


En definitiva, no te voy a engañar: es difícil detectarlos. No te muestran la misma cara a ti que a sus compañeros o subordinados. Una buena forma de evitar estas situaciones es mantener canales abiertos y activos de comunicación con todos tus empleados; los buzones de quejas y sugerencias están bien, pero una charla periódica, directa y relajada con cada uno de ellos será mucho más eficaz. ¿Qué tienes una plantilla enorme? Pues reparte coordinadamente la tarea entre los departamentos de Recursos Humanos, Comunicación y Marketing.


El diálogo claro con los empleados tóxicos no suele funcionar (al final, Coelho muere indigestado) más que para prevenirlos y que refinen sus métodos; pero la podredumbre seguirá estando ahí, haciéndose cada vez más espesa, profunda y difícil de tratar. Tú no te lo mereces, ni tus trabajadores tampoco.


Puerta. A la calle.

 
 
 

Comments


Posts Recientes 
Búscame en:
  • Facebook Clean
  • Twitter limpio
Búsqueda por Etiquetas

© 2013 by Javier González

bottom of page