¿Cómo nos comunicaremos en el Futuro? CNS: Comunicación No Simbólica - Capítulo 9
- auroiablog
- 3 sept 2015
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9.- IDENTIDAD CONTRA YO
Por último, nos detendremos en una faceta del simbolismo que incide de forma particular en cada uno de nosotros: nuestra propia identidad. Nos podemos pasar la vida formulándonos la pregunta “¿Quién soy yo, realmente?”, e intentamos responder adoptando roles que configuren nuestra personalidad, en base a los modelos que adquirimos en nuestra infancia, o en nuestra adolescencia – con frecuencia unos y otros son antagónicos –. Incluso en la edad adulta, nunca cesamos de asimilar nuevas formas de vestir, o actitudes de los demás que encontramos eficaces o simplemente atractivas. O estableciendo una serie de principios por los cuales regirnos, o unos parámetros estéticos para la decoración de nuestra casa, o haciendo un curso de autoayuda, o de danza del vientre. El caso es que buscamos respuestas en el sitio equivocado; precisamente, desde donde parten todos los condicionantes que impiden que logremos entender quiénes somos: en el Marco Simbólico, una vez más. Porque, pegados a éste como vivimos, como a una segunda piel, resulta imposible percibir que el concepto identidad – ya sea personal, grupal, nacional, etc. – no es más que un espejismo de carácter compensatorio e imitativo, que se concede desde el propio orden social para mantener la ilusión de individualidad. La identidad no es más que una muleta simbólica, mediante la cual pretendemos distinguirnos dentro de un mundo simbólico. Aunque, como tal, nos vemos inmersos en una existencia dividida entre la naturaleza excluyente que conforma nuestra propia identidad – la que consideramos que coincide con nuestro interior – y la pertenencia a una determinada cantidad de grupos, construidos así mismo, en cada uno de los distintos tipos o niveles de colectividad, sobre patrones identitarios igualmente excluyentes.
Esta dualidad Exclusión-Inclusión conforma toda una patología social, que provoca en primer término el aislamiento del individuo, tanto de los demás como de sí mismo, alejándolo de su verdadera esencia: el Yo Interno. Pero entonces, ese YO… ¿luce pelo largo, o rapado? ¿Qué tipo de ropa usa? ¿Le gustan los perfumes caros? ¿Dónde nació? ¿Es aficionado del Real Madrid, del Barcelona, o del Milán?
Nada de eso. Nos pasamos la vida entera buscando una respuesta que nos diga quiénes somos, o inventando ese “quiénes somos” a imagen y semejanza – o a la contra, tanto da – de patrones culturales que nos vienen impuestos; pero, en realidad, no es nada de eso: nuestra auténtica condición se muestra desnuda, carente por completo de unos adornos que no necesita para conformar un ente perfectamente diferenciado de los demás. Y esa diferencia viene determinada, en primer lugar, por nuestro particular modo – el de cada uno –, de percibir el mundo, y en segundo lugar, por nuestra capacidad para tomar decisiones. Es entre uno y otra, donde interfiere por sistema nuestra interpretación de lo que percibimos, la traducción de los signos de nuestro entorno, condicionando nuestras acciones a partir de nuestro equipaje cultural. Pues bien, es en ese espacio entre la percepción y la decisión, entre la puerta de entrada y la de salida, donde también se encuentra, siempre desterrado a un segundo plano, nuestro auténtico YO, el ser capaz de desarrollar IDEAS.
Respecto a la puerta de salida – nuestra acción en el entorno – distingamos entre Decisión y Elección: mientras que la primera es el resultado proactivo de una percepción inmaculada, esto es, el germen de la verdadera libertad individual, la segunda aparece mediatizada por las opciones que se nos presentan; se trata de una reacción pasiva a nuestra traducción de los signos impuestos por el medio.
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