top of page

¿Cómo nos comunicaremos en el Futuro? CNS: Comunicación No Simbólica - Capítulo 5

  • Por Javier González
  • 28 may 2015
  • 3 Min. de lectura

5.- LOS VALORES

Un aspecto curioso de todo esto es que los valores que tenemos por establecidos, o incluso por superados, tuvieron en un tiempo un carácter renovador, hasta transgresor. Y son los mismos sectores de población que ahora viven medrando confortablemente bajo sus postulados, los que se opusieron más virulentamente cuando aquéllos surgieron. Siempre ha sido así: la Reacción tarda en adaptarse a los nuevos valores, pero siempre lo termina haciendo, acabando en ocasiones por convertirse en su principal valedora. ¿Por qué? Ogburn determinó con su “Cultural Lag” el desfase temporal que se produce entre la asimilación de los cambios materiales y los inmateriales; Simmel, por su parte, hizo lo propio al definir una cultura “objetiva”, la que nos lleva al Progreso mediante la Ciencia, y una cultura “subjetiva”, la que conduce al aprovechamiento real de ese progreso. En buena lid, debería haber sido el mundo de la Razón el que sacara partido del mundo de los Valores; mas al contrario, el primero se ha desarrollado vertiginosamente, muy por encima – y a pesar – del segundo. Siendo así, tenemos que Occidente ha progresado tanto tecnológicamente por acumular conocimiento, es decir, previsión, y por procesar ese conocimiento mediante métodos racionales, utilizándolo luego para imponerse a la Naturaleza y a otros pueblos; pero la situación ha pasado de la simple previsión de contingencias hasta degenerar en el entero modelado del mundo. A tener que crear reservas naturales, para intentar conservar aquello que antes sólo soñábamos con dominar.

Y es que, en ocasiones, se confunde progreso tecnológico con Evolución. Resulta obtuso pensar que, fisiológicamente, distamos un ápice de los habitantes de las primeras civilizaciones. No hemos evolucionado desde entonces, no ha habido tiempo: el ser humano como tal lleva un millón de años sobre la tierra; las primeras manifestaciones artísticas, por el contrario, datan de hace 35.000 años, y los primeros escritos vienen de tan sólo 3.000 años atrás. Debemos, pues, tomar buena distancia para adquirir una perspectiva más amplia, y percibir la realidad en su justo término. De esta forma, por ejemplo, no nos costará apreciar que, tras el enrevesado aparato burocrático de cualquier Estado actual, a duras penas se oculta algo que difiere bien poco de la tribu prehistórica, ya que sus estructuras conservan funciones idénticas: mantener la cohesión interna, para defender a la colectividad de amenazas externas.


Tenemos, entonces, que las fuerzas conservadoras se resisten a los cambios y que los Valores evolucionan más lentamente que la Ciencia; ergo, podemos concluir que son las propias fuerzas conservadoras las que han producido el retraso en el avance de los Valores. El resultado ha sido un profundo desfase con la Ciencia, permitiendo a ésta última convertirse en una reina todopoderosa, para quien el análisis de consecuencias a largo plazo no ha sido más que un prescindible y antiestético estorbo.


Profundicemos un poco más: cada acto de previsión que se establece como positiva, por eficaz – aunque no suceda necesariamente tras un proceso racional –, pasa a formar parte de nuestro conocimiento, pero también puede acabar convirtiéndose en un Valor, del que derivan un conjunto de normas y costumbres sociales. Es entonces cuando la previsión – el marco simbólico–, que nos otorga la capacidad de anticiparnos a los acontecimientos, se transforma en fuente de estabilidad: cuando tomamos el contenido de una idea transferido a un sustituto y lo elevamos a los altares de la Cultura Popular. Es ahí cuando un símbolo modifica su condición de simple herramienta, para convertirse en un lastre cada vez más pesado. Tomemos como ejemplo la bandera española: diseñada en el siglo XVIII para poder identificar a los navíos españoles, diferenciándolos del resto de naciones europeas que se hallaban bajo el reinado de dinastías borbónicas, cuyo color heráldico era el blanco; un color, por otra parte, muy poco práctico en alta mar. De un hecho tan marcadamente localizado y pragmático pasamos a llenar una tela con contenidos tales como Patria, Honor, Tradición, Disciplina, Imperio, Dios, etcétera, de forma que van quedando excluidos paulatinamente aquellos sectores que no se identifican con los valores incorporados; partimos de tener una herramienta simbólica – la cual, dado su carácter distintivo, ya resultaba excluyente de por sí – a convertirla en toda una institución dedicada a la depuración y normalización de la Sociedad. Por supuesto, insisto en que todo símbolo lleva implícita la función de reproductor social; pero, al asignarle la fuerza hiperbólica de un tótem, pasa además a convertirse en todo un aparato de control sobre los individuos.


Los Valores resultan fundamentales para mantener el orden social, y es por esto que los más favorecidos socialmente luchen por su vigencia y los usen como arma para combatir todo aquello que amenace su estatus.


(Continúa en el Capítulo 6: "Los Conocimientos")


 
 
 

Comments


Posts Recientes 
Búscame en:
  • Facebook Clean
  • Twitter limpio
Búsqueda por Etiquetas

© 2013 by Javier González

bottom of page