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5 Errores de un Empresario (2ª Parte)

  • Por Javier González
  • 25 may 2015
  • 2 Min. de lectura

(Proviene de la 1ª Parte)

3º.- “Bueno, y usted… ¿Cuánto quiere ganar?”


Otra práctica inadmisible a erradicar. Seguro que muchos de vosotros habéis escuchado esta pregunta alguna vez al acudir a una entrevista de trabajo. Las reglas son claras para todos, se supone. Pero esta bochornosa pregunta rompe por completo el ya deteriorado “Contrato Social” y rebaja la selección de personal a la categoría de un mercado de carne.


¿Resultado? Sólo tengo que recordar aquella frase tan ingeniosa de la era soviética: “Unos hacen como que pagan y los otros hacen como que trabajan”.


Cada oferta de trabajo debe ir acompañada del sueldo que cobrará el trabajador claramente especificado; y no me refiero a esos tramos o intervalos eufemísticos que se suelen poner en los anuncios de empleo. ¿Qué ganará la empresa contratante? Por lo pronto, asegurarse que conseguirá al trabajador mejor cualificado en relación al salario que le adjudica; tampoco es insensato pensar que el trabajador realizará su labor con mayor implicación y que aumentará su fidelidad a la empresa.


4º.- “Aquí siempre hacemos horas extras”


Todo un clásico: el colmo de la ineficacia, como concepto. ¿Resultado? El que ya conocemos: el trabajador demorará su labor a lo largo de toda la jornada, incluyendo las horas extras, por supuesto. ¿Más resultados? Que además de un trabajador lento tendremos un trabajador encabronado, desmotivado, que responderá de forma apática ante verdaderas urgencias o picos de trabajo, y que en cuanto pueda se marchará de la empresa. En los países de nuestro entorno – con jornadas netas de ocho horas – siguen sin explicarse nuestra baja productividad.


5º.- “Aquí estamos para ganar dinero… ¡Lo demás me importa una m!#r&a!”


Por supuesto, el primer objetivo de una empresa es obtener beneficios, pero… ¿Cómo se enfoca desde la gerencia el conseguirlos? En tantas ocasiones se cae en el espejismo del beneficio inmediato, sin tener en cuenta que puede ser “pan para hoy y hambre para mañana”. El máximo fruto que un empresario “a la antigua” puede llegar a obtener es un negocio temporal; no una empresa, como estructura con vocación de perdurar en el tiempo e influir positivamente en su entorno social y económico.


Exponiendo estas cuestiones… ¿estoy pecando de ingenuo?


Tal vez. Actualmente, sin embargo, tanto empresarios como trabajadores claman por la necesidad de regeneración en nuestro país. No nos equivoquemos: para que dicha regeneración llegue a ser una realidad, no debemos restringirla al ámbito político; no la conseguiremos hasta que unos y otros, todos, cambiemos nuestra forma de pensar y de actuar. Sin duda, es la forma más directa de alcanzar la Prosperidad.


 
 
 

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